Las manos de su padre no le traían traquilidad; las caricias no eran placer ni seguridad, es más, el contacto físico con este hombre convocaban sentimientos opuestos en ella. -Cuando vaya a tu cuarto quiero que estés limpia-, -¡Puta casera!-, -Hija del pecado ya viene la hora de tu castigo-, -¡Hum!-, (un golpe) -Limpiate la cara desgraciada-. Estas eran solo alguna de las frases y expresiones que albergan el recuerdo y realidad dentro de la mente de María ante el termino paternidad. Este personaje era solo un hombre más.
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