La Luna se follo al Sol,
este asustado de tanto cráter,
tanto hueco en el que caer
corrió a esconderse,
tapó su resplandor con un par de senos,
esos senos cubiertos de piel verde,
esos senos maternalmente naturales.
Resguardado al otro lado del mundo
vio que no tenía donde acumular sus rayos,
y entonces extraño a la Luna.
Espero la noche, el Sol sabía que la Luna lo amaba,
espero y espero pero la Luna nunca llego.
Cansado el Sol de deslumbrarse a si mismo,
sin nadie a quien impresionar, a quien iluminar,
decidió ir tras la Luna, buscarla y amarla.
La Luna nunca apareció, y el Sol nostálgico
entre venganza y placer ahora vacía su cólera
encima de todos los que pudieran haber follado,
encima de todo aquel que pudiera penetrar a Luna.
El día se apodero de los días, la noche desapareció
y como Luna, el romance de la noche murió
en recuerdos de placer violento, de sexo cósmico.
Nunca más se amo, nunca más se hablo de la Luna;
ahora solo se folla de día y sucio,
embarrado del desahogo solar que mató el beso de las princesas,
sexo cubierto de tanto calor que ya no hay sexo, solo sexo.
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