5/22/2011

Convencimientos

-Pero Joaquín, cómo cree usted que después de los inconvenientes pasados tomaré el riesgo de nuevo –reclamaba Serafina con el sudor cosquillándole el rostro- es muy peligroso.

-El peligro es una alternativa que todos debemos elegir alguna vez en nuestras vidas, ¿verdad Joaquín?

-Así es hijo mío. –Volteó su rostro de nuevo hacía el de Serafina- El dolor es imprescindible en nuestro existencialismo humano, sin él siquiera podríamos saber si seguimos vivos.

-Pero, pero…

Y la discusión entre Joaquín y sus dos hijos continuó durante horas, argumentos y falacias, el hombre contra la mujer, la autoridad brindada por el reconocimiento de haber sobrevivido más años que sus hijos contra la sed joven de querer vivir y aprender a cuesta propia; todo era caos por la maldita piedra azul.

-¡Quieres olvidarte quien es tu padre, tu hermano, tu madre que en paz descanse y de tu vida!, ¡haz lo que se te dé la gana! –Empezó a gritar Joaquín cuando ya la luna empezaba a desaparecer, para que el sol protagonizara en la mitad del mundo-.

-Pero papá, la piedra me hace feliz, me quita mis miedos e inseguridades, me transforma en una persona valiente y despreocupada.

-Serafina, tú estás jugando con las herramientas del demonio, y mientras sigas llevando esa piedra contigo el diablo seguirá conquistándote…

-Entonces no es tan malo-interrumpió-

-¡Te vas a ir al infierno!, cómo vas a decir que el malvado “no es tan malo” hermana mía.

-Hijo, cállate. Tú hermana esta cegada. Los placeres del demonio abrazan a cualquiera muy fácilmente, pero Serafina no olvides algo, “Él” siempre quiere algo a cambio, siempre.

-Y “Él” que va a querer de una pobre campesina que lo único que sabe hacer es coser y es lo que está destinada a hacer para siempre –Serafina cogió la roca, y la posó sobre su labio inferior- ¡Nada! ¡Nada puede querer de mí! –Abrió la boca con un gran “a” y se trago la piedra azul-.

Joaquín cayó en llanto porque sabía que la mirada de Serafina había quedado completamente vacía para siempre, y dijo mordiéndose la boca: -Tu alma hija mía, tu alma.

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