7/02/2010

Si quitamos -comenzar- del diccionario

Otra vez me encuentro en este lugar, con la misma cara, el mismo pantalón, la misma alma pero distintos zapatos, saco y animo. Todo esta oscuro y solo un rayo de luz me permite escribir, mi cabeza pesa, mi espalda esta encorvada y los ruidos de la cocina de arriba prosiguen. -¿Y ahora qué?- pregunta singular, profunda y en mi caso cotidiana.

Ayer en la finalización del día se desato una guerra entre autoridades y autoridad. Yo llegaba creyendo en todo lo que pensaba, la vida era perfecta; luego me acerque a unos rostros encontrados fuera de su horario frente a un producto babilónico, que si no me equivoco, proyectaba más rostros. –Calienta, come y abre.- respire profundo para no estallar y dije -¿Señor?-.

Dos horas después, ya ubicado en el día en que se esta escribiendo esto, me retire a dormir con el peso de mi karma y la influencia económica publicitaria: verdades y mentiras. Hoy comienza mi extinción, pronto no sabrán más de mi y por fin todos esos rostros enojados podrán descansar la sien.

Comenzo mi despedida…

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