El sueño sube las palmeras,
se filtra entre los cocos, que
como no es de costumbre
su pelaje es solo superior.
Llovían vidrios iluminados,
la cuenta de luz dolía:
¡No hay aspirina!, -Dolía-.
Se varía el camino alterno,
ahora veo que dormir no es mi sueño,
puesto que para poder soñar
el coco a su palmera ha de regresar.
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